Fúmate sus juramentos, que no son tan ciertos como aseguran, y que todas sus promesas no valen nada. No te fies de todo lo que oigas, cree solo en aquello que salga de las bocas que sabes que te quieren bien, porque no serán pocos los que se te acerquen con una falsa sonrisa y no muy buenas intenciones.
Bébete todas sus miradas por encima del hombro, todos los repasos que te den de arriba a abajo, todas las malas primeras impresiones que hacen que esas caras de paleto te juzguen sin mirarse a ellos mismos. Que nadie tiene que venir a decirte qué hacer o cómo ser, porque ni siquiera ellos son perfectos, que bastante sabes tú en qué te equivocas o en qué eres un desastre para que vengan ellos a recordartelo, ¿tan poca vida tienen que sólo saben vivir de los males de los demás?. Nadie es perfecto y, de todos modos, quien lo piense es demasiado imperfecto, inútil y patético.
Que se prepare esa gente, que buenas hostias les dará la vida
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